“Paseaba por un sendero con dos amigos – el sol se puso – de repente el cielo se tiñó de rojo sangre, me detuve y me apoyé en una valla muerto de cansancio – sangre y lenguas de fuego acechaban sobre el azul oscuro del fiordo y de la ciudad – mis amigos continuaron y yo me quedé quieto, temblando de ansiedad, sentí un grito infinito que atravesaba la naturaleza.


Un grito mudo -lleno de melancolía y desesperación- encerrado en un lienzo, es lo que mostró Eduard Munch en 1893 quedando registrado como una de las obras más representativas de la corriente expresionista y una de las pinturas más famosas del siglo XIV

Munch siempre habló poco acerca de su obra, es por eso la diversidad de interpretaciones. Pero de lo que sí estamos seguros es que pintó un grito que no solo debía expresarse con palabras o ser escuchado en su entorno. El deseaba expresar una figura sin voz. Para él , el grito venía de todo y todos los que le rodeaban. Un grito sordo, mudo y desahuciado que pedía ser escuchado.

Al fin y al cabo, Eduard usó el óleo y se hizo notar - ¡y vaya notoriedad! - ¿Se imaginan cuántas voces podríamos escuchar si tan solo todos encontraran el tipo de arte que les otorgue libertad? Y es que de eso se trata, de <<expresión>> -valga la redundancia -en su máxima expresión.

- Jess

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